Que coño querían que hiciera, sabía que estaban todos contra él, y el que ella también lo estuviera hizo que todo se desencadenara de la forma en la que acabó todo.
- Imbécil.- salió de sus labios.
Llovía, diluviaba más bien, puso los limpiaparabrisas a toda velocidad. ¿Por qué demonios había hecho eso? ¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Siempre había aguantado bien la presión y ahora...
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
-¡¡¡Gilipollas!!! Gritó al conductor del coche de delante que le había cerrado al cambiar de carril y meterse en el que iba él.
“¿Dónde podré ir ahora?”. Pensaba mientras conducía, aún aturdido por lo que había pasado, no era capaz de pensar con claridad.
Aún con el aire acondicionado a tope, no era capaz que el sudor que le caía por la cara, y que se hacia ya evidente en sus sobacos, se cortara. No había querido quitarse el abrigo al entrar en el coche, para no perder tiempo.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Cuando quiso darse cuenta estaba introduciéndose en la carretera de circunvalación de su ciudad. Claro era lo que hacia todos las mañanas y de forma automática, lo había hecho ahora también.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Ahora estaba enfrente de su oficina, en un polígono industrial de la parte decadente de la ciudad, más de 40 Km, separaban el origen y el destino, con el coche en punto muerto, la lluvia golpeando en el parabrisas, y los limpias moviéndose de izquierda a derecha, a toda velocidad pero de una manera armoniosa, que estuvo apunto de dormirle.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Bueno pues ya no había más remedio, tendría que ser lo más rápido posible, abrió la puerta del coche, y empezó a correr hacia el edificio donde estaba su oficina, mientas iba sacando, o eso intentaba, las llaves de la chaqueta, “que no me vea nadie, por favor”, pensaba a la vez.
Un escalofrío le recorrió toda le espalda cuando oyó un ruido junto a los cubos de basura, que había a su derecha. Miro alrededor, “Gracias a Dios, solo es un gato de mierda.” Pensó.
Por fin consiguió sacar las llaves. Con la mano temblando, de frío y nervios, intentó meter las llaves en la cerradura de la puerta. Falló. Respiró profundamente dos veces. Al verse más tranquilo lo intento de nuevo, esta vez introdujo la llave a la primera, y la hizo girar. Giró a la vez el pomo. Puerta abierta.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Cerró la puerta tras de si. No encendió las luces para no llamar la atención. Así que empezó a subir las escaleras hasta la primera planta, donde estaba su mesa, a tientas. Ya arriba, y con la vista acostumbrada a la oscuridad llegó hasta su mesa. Allí estaba todo lo que necesitaba para acabar con aquel infierno...
- Mierda. - Espetó, para sí mismo
Había olvidado las llaves de la mesa en casa. Eso no podía detenerle, no ahora... Fue a la mesa de su compañero, y cogió un abrecartas metálico, que le pareció podría hacer de palanca para abrir el maldito cajón. Situó el abrecartas junto a la cerradura del cajón, presionó hacía si, y paf, salto el cerrojo...
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Allí estaba, por fin, deslizó la mano hacia el bolsillo interno del abrigo que llevaba, y cogió el móvil. Comenzó a pulsar 619-.......
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
-¿Cariño?...(continuará)