[Si no has leido "El principio" de SIN ESCAPE, lo encontrarás más abajo. No leas esta parte sin habertelo leido antes. ]
(...continua)
Él nunca había hecho algo parecido. Siempre le había visto como alguien temperamental frío, que contenía las emociones... Hoy no había sido así.
Estaba sentada sobre la cama. Había retirado la colcha para no arrugarla; tradición materna.
Y ahora, ¿que hacía mientras esperaba?. Al móvil no le podía llamar porque se lo había dejado en la mesilla de la habitación.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
El ruido en la habitación de al lado se estaba haciendo insoportable, el ruido de las gotas contra el cristal se estaba haciendo insoportable; incluso era capaz de oír el ruido de su corriente sanguínea golpeando sus venas mientras se desplazaba entre sus órganos.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Su excitación estaba llegando a cimas que nunca había alcanzado, y no sabia si podría soportarlo, resistir o tan sólo sucumbiría de forma estrepitosa. Mierda.
Recordaba como habían discutido a la hora preparar la cena, por una estupidez, una nimiedad. Era el pan de cada día. ¿Donde coño habría ido?
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
¡Joder! Podían hablar más bajo. Se dijo para si misma. Los vecinos seguían molestando. Le estaban dando ganas de subir y armarla. Los nervios le estaban haciendo pensar de una forma que nunca había hecho, más agresiva, y ella no era así, pero no lo veía mal del todo y sonrió ligeramente al espejo del armario.
En la habitación de al lado las cosas parecían más tranquilas. De momento ella no tenia ganas de salir de la habitación y parecía que nadie quería importunarla.
Durante unos minutos detuvo su mirada sobre el teléfono que había en su mesilla. Llama, por favor llama. Se dijo para si misma.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Le quería. Y sabia que él también a ella. Nunca había salido de tono de esa forma. ¿Por qué hoy? Siempre le había visto como a alguien bastante frío, que controlaba sus emociones, no le gustaba expresarla en publico, y pocas veces lo hacía en privado. Pero sin embargo hoy, hoy...
Ring, Ring, Sonó el teléfono. En la habitación de al lado se hizo el más absoluto silencio.
Ring. Ring. Seguía sonando el teléfono. Se quedo ensimismada, mirando el teléfono y oyendo el sonido de la llamada. De repente se dio cuenta de que si seguía mucho tiempo mirando el aparato sin cogerlo, seguro que colgarían o podría saltar el contestador. Saltó sobre el teléfono y lo cogió en medio una señal de llamada.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
- ¿Diga? Pregunto ella al levantar el auricular.
Tras unos breves segundos de silencio:
- ¿Cariño? Se oyó al otro lado de la línea.
Débilmente, ella continuo:
- ¿Dónde estas?
- En la oficina.
- ¿Por qué lo has hecho? ¿Qué te ha pasado?
- Aquí lo tengo, lo tengo en mi mano...
- ¿Por qué los ha hecho? ¡por qué! Grito, saltaron todos los resortes que hasta ahora habían hecho que se mantuviera tranquila hasta entonces.
En la habitación de al lado se había vuelto hacer el silencio más absoluto, después de que se escuchara un murmullo al comentar la conversación, tras descolgar el aparato.
- Tu sabes bien porqué ¿ o no?
Esta finalización de la frase le parecía a ella demasiado provocadora, y estuvo apunto de colgar. Se conformó con mantenerse en silencio.
- Hola ¿sigues ahí? Preguntó de nuevo él, al ver que el silencio se prolongaba.
Estaba sentado en la silla de su oficina, en la que tanto tiempo pasaba al cabo de una semana de trabajo. Era cómoda, pero el hecho de tener aquello en su mano, hacia que estuviera mucho más agusto de lo normal.
- ¿ Por qué has tenido que levantarte e irte a toda velocidad, en mitad de una fiesta de veintitantas personas, con niños de por medio, que TÚ habías organizado, siendo ya las 12 de la noche, y dejándome a mi sola delante de todos; cuando son compañeros tuyos todos, salvo uno, y además a éste le llamas ”Pijo Maricón”? - Preguntó ella, en un estado de alteración que iba creciendo.
Entonces él sonrió para si, se recostó y dijó:
- Eso es porqué ya no te fías de mi, como antes. Así que puedes ir diciéndoles a todos que YO tenia razón, y que van a tener que aceptar que existe un ordenador más pequeñito y más potente que el de tu compañero de trabajo, ese pijo remilgado, y lo tengo en la mano. Y si hay más dudas, no vuelvo a jugar al Escatergoris... Ya voy para casa. Hasta luego.- Terminó diciendo él, colgando tras ello.
Y ella, tras escuchar durante unos segundos el tono de corte de conexión, colgó.
(...continua)
Él nunca había hecho algo parecido. Siempre le había visto como alguien temperamental frío, que contenía las emociones... Hoy no había sido así.
Estaba sentada sobre la cama. Había retirado la colcha para no arrugarla; tradición materna.
Y ahora, ¿que hacía mientras esperaba?. Al móvil no le podía llamar porque se lo había dejado en la mesilla de la habitación.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
El ruido en la habitación de al lado se estaba haciendo insoportable, el ruido de las gotas contra el cristal se estaba haciendo insoportable; incluso era capaz de oír el ruido de su corriente sanguínea golpeando sus venas mientras se desplazaba entre sus órganos.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Su excitación estaba llegando a cimas que nunca había alcanzado, y no sabia si podría soportarlo, resistir o tan sólo sucumbiría de forma estrepitosa. Mierda.
Recordaba como habían discutido a la hora preparar la cena, por una estupidez, una nimiedad. Era el pan de cada día. ¿Donde coño habría ido?
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
¡Joder! Podían hablar más bajo. Se dijo para si misma. Los vecinos seguían molestando. Le estaban dando ganas de subir y armarla. Los nervios le estaban haciendo pensar de una forma que nunca había hecho, más agresiva, y ella no era así, pero no lo veía mal del todo y sonrió ligeramente al espejo del armario.
En la habitación de al lado las cosas parecían más tranquilas. De momento ella no tenia ganas de salir de la habitación y parecía que nadie quería importunarla.
Durante unos minutos detuvo su mirada sobre el teléfono que había en su mesilla. Llama, por favor llama. Se dijo para si misma.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
Le quería. Y sabia que él también a ella. Nunca había salido de tono de esa forma. ¿Por qué hoy? Siempre le había visto como a alguien bastante frío, que controlaba sus emociones, no le gustaba expresarla en publico, y pocas veces lo hacía en privado. Pero sin embargo hoy, hoy...
Ring, Ring, Sonó el teléfono. En la habitación de al lado se hizo el más absoluto silencio.
Ring. Ring. Seguía sonando el teléfono. Se quedo ensimismada, mirando el teléfono y oyendo el sonido de la llamada. De repente se dio cuenta de que si seguía mucho tiempo mirando el aparato sin cogerlo, seguro que colgarían o podría saltar el contestador. Saltó sobre el teléfono y lo cogió en medio una señal de llamada.
¿Por qué lo había hecho?... ¡por qué!
- ¿Diga? Pregunto ella al levantar el auricular.
Tras unos breves segundos de silencio:
- ¿Cariño? Se oyó al otro lado de la línea.
Débilmente, ella continuo:
- ¿Dónde estas?
- En la oficina.
- ¿Por qué lo has hecho? ¿Qué te ha pasado?
- Aquí lo tengo, lo tengo en mi mano...
- ¿Por qué los ha hecho? ¡por qué! Grito, saltaron todos los resortes que hasta ahora habían hecho que se mantuviera tranquila hasta entonces.
En la habitación de al lado se había vuelto hacer el silencio más absoluto, después de que se escuchara un murmullo al comentar la conversación, tras descolgar el aparato.
- Tu sabes bien porqué ¿ o no?
Esta finalización de la frase le parecía a ella demasiado provocadora, y estuvo apunto de colgar. Se conformó con mantenerse en silencio.
- Hola ¿sigues ahí? Preguntó de nuevo él, al ver que el silencio se prolongaba.
Estaba sentado en la silla de su oficina, en la que tanto tiempo pasaba al cabo de una semana de trabajo. Era cómoda, pero el hecho de tener aquello en su mano, hacia que estuviera mucho más agusto de lo normal.
- ¿ Por qué has tenido que levantarte e irte a toda velocidad, en mitad de una fiesta de veintitantas personas, con niños de por medio, que TÚ habías organizado, siendo ya las 12 de la noche, y dejándome a mi sola delante de todos; cuando son compañeros tuyos todos, salvo uno, y además a éste le llamas ”Pijo Maricón”? - Preguntó ella, en un estado de alteración que iba creciendo.
Entonces él sonrió para si, se recostó y dijó:
- Eso es porqué ya no te fías de mi, como antes. Así que puedes ir diciéndoles a todos que YO tenia razón, y que van a tener que aceptar que existe un ordenador más pequeñito y más potente que el de tu compañero de trabajo, ese pijo remilgado, y lo tengo en la mano. Y si hay más dudas, no vuelvo a jugar al Escatergoris... Ya voy para casa. Hasta luego.- Terminó diciendo él, colgando tras ello.
Y ella, tras escuchar durante unos segundos el tono de corte de conexión, colgó.
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